Timbiré, para memorizar
Por Juan Montaño Escobar
Los asistentes a esta jam session deberían
preguntarse: ¿Aún
existe el norte forestal y biodiverso de la
provincia de
Esmeraldas? ¿Por qué en las comunidades
afroecuatorianas hay
esa tolerancia fatal con el ecocidio? ¿Debe
parecer sospechosa
tanta resignación al empobrecimiento
atroz causado por el
Estado ecuatoriano? Hay bastante sociología
para historiar las
violencias étnicas, sociales o políticas;
así pues este jazzman se
va por la ruta de los tambores. El combustible
de odio se refina
en largos tiempos de humillación, de
sufrimientos físicos y
espirituales de una de las partes. El pretexto
para los primeros
cadáveres es cualquier cosa, sin importar
su insignificancia o el
mal día que llega inevitablemente.
En el norte de Esmeraldas la violencia se cocina
a fuego lento
mantenido con cada árbol derribado por
las tundas madereras
favorecidas por el Ministerio del Ambiente,
con cada estero
envenenado por las compañías mineras
auspiciadas por el
Ministerio de Energía y con las palmicultoras
bendecidas por el
Gobierno del presidente Gustavo Noboa. Los dólares
de un millón
doscientas mil hectáreas de bosque húmedo
desaparecido jamás
mejoraron la cotidianidad de la gente afro del
norte esmeraldeño.
Al revés, vivir se les ha hecho más
difícil. Las comunidades se
sienten desprotegidas frente al abuso ministerial,
de esta
debilidad podría nacer la resistencia.
Resistencia a Babilonia,
como dicen los rastafaris refiriéndose
a las autoridades
gubernamentales blancas.
Allá se vive como se puede, de promesas
intemporales y de los
escasos dólares de las madereras y palmicultoras.
A las 30 000
hectáreas de tierra entregadas a la oligarquía
aceitera, se le van
agregar 30 000 más de bosque primario;
la razón: entretener
mano de obra. O mejor dicho: postergar el rugido
de la pantera
negra. Los que fueron obligados por razón
lícita o no a vender
sus territorios ancestrales se lamentan y empiezan
a maldecir el
día que sucumbieron a la labia, las presiones
o lo que fuera de
los agentes negreros. El camino de la emigración
tiene rastros
tristes y son pocos quienes quisieran recorrerlo
antes que
empezara la muerte cultural y física.
Todo comenzó con las políticas
de colonización devastadora del
Estado en los territorios ancestrales de la
gente afroé, continúa
con la perturbación existencial causada
por el monocultivo de la
palma africana y terminará en explosivos
días púrpura. Los
mercenarios ministeriales y de las ONG cumplieron
su función, el
daño está hecho y apenas quedan
estas jam sessions en tono
de alabaos (o de blues). Y los nombres geográficos
africanos.
Timbiré. Así se llama una pieza
musical del grupo de armonías
parientes África Homo Sapiens. Estos
(as) hermanos (as) hacen
bien en cantarle al norte esmeraldeño
que está siendo borrado,
con prisas de angurria, de la geografía
esmeraldeña. Ustedes,
por favor, memoricen el nombre: Timbiré.
El lunes próximo podría
ya no existir.