Quito, sábado 4 de mayo de 2002
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 Timbiré, para memorizar

 Por Juan Montaño Escobar

 Los asistentes a esta jam session deberían preguntarse: ¿Aún
 existe el norte forestal y biodiverso de la provincia de
 Esmeraldas? ¿Por qué en las comunidades afroecuatorianas hay
 esa tolerancia fatal con el ecocidio? ¿Debe parecer sospechosa
 tanta resignación al empobrecimiento atroz causado por el
 Estado ecuatoriano? Hay bastante sociología para historiar las
 violencias étnicas, sociales o políticas; así pues este jazzman se
 va por la ruta de los tambores. El combustible de odio se refina
 en largos tiempos de humillación, de sufrimientos físicos y
 espirituales de una de las partes. El pretexto para los primeros
 cadáveres es cualquier cosa, sin importar su insignificancia o el
 mal día que llega inevitablemente.
 En el norte de Esmeraldas la violencia se cocina a fuego lento
 mantenido con cada árbol derribado por las tundas madereras
 favorecidas por el Ministerio del Ambiente, con cada estero
 envenenado por las compañías mineras auspiciadas por el
 Ministerio de Energía y con las palmicultoras bendecidas por el
 Gobierno del presidente Gustavo Noboa. Los dólares de un millón
 doscientas mil hectáreas de bosque húmedo desaparecido jamás
 mejoraron la cotidianidad de la gente afro del norte esmeraldeño.
 Al revés, vivir se les ha hecho más difícil. Las comunidades se
 sienten desprotegidas frente al abuso ministerial, de esta
 debilidad podría nacer la resistencia. Resistencia a Babilonia,
 como dicen los rastafaris refiriéndose a las autoridades
 gubernamentales blancas.
 Allá se vive como se puede, de promesas intemporales y de los
 escasos dólares de las madereras y palmicultoras. A las 30 000
 hectáreas de tierra entregadas a la oligarquía aceitera, se le van
 agregar 30 000 más de bosque primario; la razón: entretener
 mano de obra. O mejor dicho: postergar el rugido de la pantera
 negra. Los que fueron obligados por razón lícita o no a vender
 sus territorios ancestrales se lamentan y empiezan a maldecir el
 día que sucumbieron a la labia, las presiones o lo que fuera de
 los agentes negreros. El camino de la emigración tiene rastros
 tristes y son pocos quienes quisieran recorrerlo antes que
 empezara la muerte cultural y física.
 Todo comenzó con las políticas de colonización devastadora del
 Estado en los territorios ancestrales de la gente afroé, continúa
 con la perturbación existencial causada por el monocultivo de la
 palma africana y terminará en explosivos días púrpura. Los
 mercenarios ministeriales y de las ONG cumplieron su función, el
 daño está hecho y apenas quedan estas jam sessions en tono
 de alabaos (o de blues). Y los nombres geográficos africanos.
 Timbiré. Así se llama una pieza musical del grupo de armonías
 parientes África Homo Sapiens. Estos (as) hermanos (as) hacen
 bien en cantarle al norte esmeraldeño que está siendo borrado,
 con prisas de angurria, de la geografía esmeraldeña. Ustedes,
 por favor, memoricen el nombre: Timbiré. El lunes próximo podría
 ya no existir.